El hombre de acero, de cinco estrellas, al nivel de El caballero oscuro y Los Vengadores. Lo mejor que ha hecho el cine con Supermán.
Zack Snyder ha dado en la diana. Su versión de Supermán pulveriza cualquiera de las películas anteriores en lo referido a emoción, ritmo y madurez en la construcción de la historia. Además consigue superar todas las trabas derivadas de la explotación del personaje durante tantos años y nos da una visión totalmente renovada de la saga del Hombre de Acero en la que brillan el uso del flashback, el despliegue visual de las secuencias de acción, la construcción de los personajes, algunos momentos realmente épicos relacionados con personajes como los de Lara, Jonathan Kent y Perry White… y una envidiable habilidad para pasar por los momentos esenciales del mito de Supermán sin caer en lo previsible o en la repetición cansina de lo que ya conocemos.
Su acierto abarca a distintos aspectos. Por un lado el ritmo, que no decae en ningún momento. Por otro su habilidad para centrar la trama en el tema del renacimiento a través de los hijos, tratando con notable astucia y flexibilidad, merced al flashback, esa paternidad compartida entre el personaje de Jor-El, el padre natural de Supermán, interpretado por Russell Crowe, y Jonathan Kent, el padre adoptivo de la Tierra, que es el mejor trabajo de Kevin Costner en estos últimos años. Afortunadamente un inteligente uso del flashback permite que ambos “padres” del protagonista permanezcan en toda la trama, cobrando un protagonismo notable en el relato frente a versiones anteriores en las que estos personajes eran simplemente un recurso dramático, un pretexto impuesto por la propia mitología de los comics de Superman. Aquí sin embargo ambos son, como el resto de personajes del relato, entidades dramáticas totalmente desarrolladas, con sus propios momentos de protagonismos, claves para la película. Además son más completos y maduros, más tridimensionales y con un conflicto más interesante del que pudieron expresar versiones anteriores.
Otro acierto notable es esquivar la parte más lastre y pesada de la saga de Supermán. Nada de ñoñerías románticas facilonas, nada de confusiones de identidad y alter-ego en la relación con Lois Lane, nada de aburrirnos con un noviazgo en conflicto. Son otros tiempos, todo es mucho más directo, y prima la acción sobre los enredos facilones con la identidad secreta y los vuelos a la luz de la luna de la etapa Christopher Reeve. La llegada del niño a la Tierra, la infancia, la juventud, la relación con los Kent, están presentados con el máximo de solvencia en el mínimo de tiempo, lo que permite aprovechar metraje para lo realmente épico, la acción, la esencia del cine convertido en un espectáculo total.
Otro punto a favor es que no hay un solo diálogo obvio. Dicen lo justo, y todo lo que dicen tiene importancia para la trama. Máximo rendimiento de cada palabra que beneficia el excelente ritmo que posee esta revisión de las claves de Supermán con una mirada fresca y renovada. El uso de elipsis y de flashback, la deconstrucción y reconstrucción del mito, funcionan a la perfección, con un arranque de ciencia ficción que para sí quisiera Avatar de James Cameron y un posterior abordaje de refundación de la mitología del célebre personaje que en muchos de sus fragmentos deja notar la mano de Christopher Nolan.
Y como todo gran héroe necesita un gran villano, el Zod de Michael Shannon es ejemplar, perfecto contrapunto del padre extraterrestre encarnado por Russell Crowe. Shannon compone un antagonista con un motivo sólido tras de sí, unas razones que podemos entender y con las que hasta cierto punto podemos empatizar. Ello añade más solidez al conflicto que enfrenta primero a Jor-El y luejo a Kal-El con Zod, que es la perfecta encarnación de la amenaza que se esconde tras el origen extraterrestre de Superman.
Temas como la marginación de Clark Kent niño en la infancia, el uso responsable de sus poderes, la influencia de su padre terrestre en su bagaje moral, la etapa de formación y viaje del héroe, el concepto del sacrificio y la esperanza, el encuentro con la periodista y el vínculo que se establece entre ambos, están desarrollados con un madurez más propicia a nuestros días que no necesitaban conseguir las películas de los años setenta y ochenta y lamentablemente le faltó a la versión de Bryan Singer, Superman Returns, que es la más perjudicada por las comparaciones con El hombre de acero.
Reuniendo todos esos elementos, Zack Snyder ha reformulado hacia la madurez, pero potenciando el espectáculo, el concepto del superhéroe en el cine, entrando perfectamente en la onda de trabajo de Christopher Nolan con El caballero oscuro, y estableciendo una firme alternativa en el cine de superhéroes a las películas producidas por la Marvel.
Pero lo mejor de todo es que ha captado a la perfección la verdadera alma del personaje en el cómic, lo más interesante de Supermán en las viñetas, y su manera de presentar visualmente las hazañas y batallas del personaje está al nivel de la espectacularidad de los mejores cómics del Hombre de Acero. Rinde así un homenaje al medio de expresión en viñetas del que surgió este hijo de Krypton y es fiel a su identidad y función como pionero de las historias de superhéroes.
Quienes llevados por la nostalgia afirmen que esta versión se aparta de las de Christopher Reeve, deberían recordar que aquellas tuvieron siempre un puntito de inclinación hacia el infantilismo y la superficialidad en la presentación de personajes y situaciones de la que esta carece absolutamente. Snyder y Nolan, porque insisto en que la mano de Nolan se nota, nos han regalado la versión más completa y madura de Supermán en el cine.
En cuanto a la banda sonora de Hans Zimmer, no es, ni lo pretende, ni puede, ni debe emular a la de John Williams. Su tono lúgubre y amenazante con la percusión como protagonista encaja, combina y completa perfectamente con las imágenes y la esencia de la película. Cierto que he echado en falta alguna fanfarria épica, algo más de himno, pero es que este no es un Superman de himnos, sino un Hombre de Acero renovado, más verosímil e interesante desde el punto de vista dramático, menos icono popular y más personaje en continua evolución, protagonista de un relato excepcionalmente bien construido que como digo tiene su columna vertebral en la desaparición y reaparición y permanencia de esos dos puntales que son los personajes de Russell Crowe y Kevin Costner.
Por último decir que nadie que vea esta película podrá negar que está hecha para verla en pantalla grande, como el gran espectáculo que es, lo que convierte a este nuevo Supermán en una explicación perfecta de por qué los cines no pueden desaparecer.
Si alguien pretende ver esta maravilla en pantalla pequeña, en una mala copia robada de cualquier parte, no está viendo al verdadero Hombre de Acero, sino un sucedáneo adulterado y miserable.
Miguel Juan Payán
Fuente original
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